Segundo día, Lunes 17 de diciembre:
San José
Saludo:
Deseamos escuchar hoy lo que
el Señor nos quiere decir. Por eso estamos alegres, Dios se acerca a cada uno
de nosotros y nos habla al oído. Preparemos nuestros corazones para que sea su
voz la que escuchemos, descubriendo su voluntad para nosotros. Comencemos esta
celebración en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Oración para todos los días:
Aquí estamos, Señor, reunidos en torno a ti,
no deseamos nada más sino encontrarte en
nuestras vidas;
así como te reconocieron Ana y Simeón
queremos reconocerte en el niño que nace en
Belén.
Prepara tú nuestros
corazones
para que recibamos con alegría y compromiso
el Reino de Dios que se hace presente entre
nosotros,
proclamando con todos los ángeles y a través
de nuestra vida
“Gloria a Dios en el Cielo y en la tierra paz
a los hombres que ama el Señor”.
No cierres tus oídos a
nuestra oración
para que meditando el misterio de la
encarnación,
sigamos más de cerca, con Espíritu de hijos,
al crucificado que ha
resucitado.
Por Jesucristo Nuestro Señor. Amén.
Oracion a la Virgen Maria :
Soberana María, que por vuestras grandes virtudes y especialmente por
vuestra humildad, merecisteis que todo un Dios os escogiese por madre
suya, os suplico que vos misma preparéis y dispongáis mi alma, y la de
todos los que en este tiempo hiciesen esta novena, para el nacimiento
espiritual de vuestro adorado Hijo. ¡Oh dulcísima Madre! Comunicadme
algo del profundo recogimiento y divina ternura con la que aguardasteis
vos, para que nos hagáis menos indignos de verle, amarle y adorarle por
toda la eternidad. Amén.
(Se reza tres veces el Avemaría).
Oracion a San Jose:
¡Oh Santísimo San José! Esposo de María y padre adoptivo de Jesús.
Infinitas gracias doy a Dios porque os escogió para tan altos
ministerios y os adornó con todos los dones proporcionados a tan
excelente grandeza. Os ruego, por el amor que tuvisteis al Divino Niño,
me abraséis en fervorosos deseos de verle y recibirle sacramentalmente,
mientras en su divina esencia le veo y le gozo en el cielo. Amén.(Se reza el Padrenuestro, el Avemaría y el Gloria).
Nos acercaremos en este
momento a la figura de José. Seguramente un joven entre unos veinte y
veinticinco años, con las ilusiones de casarse con María. Ellos ya estaban
comprometidos, así que solamente faltaba esperar un tiempo y llevar adelante
los planes como cualquier pareja de su época. Pero las dudas invaden el corazón
de José, quien pone sus preocupaciones en las manos del Señor. Dios no se hace
esperar, y acude a José; la necesidad es mutua: José desea respuestas sobre lo
sucedido y Dios necesita la respuesta de José para poner al Hijo bajo sus
cuidados. Escuchemos con mucha atención la siguiente lectura del Evangelio.
Lectura
Bíblica (Mt 1, 18-25):
Este fue el principio de
Jesucristo: María, su madre, estaba comprometida con José; pero antes de que
vivieran juntos, quedó embarazada por obra del Espíritu Santo.
Su esposo, José, pensó despedirla, pero como
era un hombre bueno, quiso actuar discretamente para no difamarla.
Mientras lo estaba pensando,
el Ángel del Señor se le apareció en sueños y le dijo: «José, descendiente de
David, no tengas miedo de llevarte a María, tu esposa, a tu casa; si bien está
esperando por obra del Espíritu Santo, tú eres el que pondrás el nombre al hijo
que dará a luz. Y lo llamarás Jesús, porque él salvará a su pueblo de sus
pecados».
Todo esto sucedió para que
se cumpliera lo que había dicho el Señor por boca del profeta: La virgen
concebirá y dará a luz un hijo, y le pondrán por nombre Emmanuel, que
significa: Dios-con-nosotros.
Cuando José se despertó, hizo lo que el Ángel
del Señor le había ordenado y tomó consigo a su esposa. Y sin que hubieran
tenido relaciones, dio a luz un hijo, al que puso por nombre Jesús.
Palabra del Señor.
Meditación:
Hemos escuchado que José era
un hombre prudente y justo, por lo que no actuó según su primer impulso sino
que prefirió meditar y despedir a María de una manera discreta. Él no desespera
y Dios se le manifiesta encargándole cuidar de su hijo. José no tarda en hacer
la voluntad del Señor y al despertarse hace cuanto le ha sido ordenado.
En cuanto a mi vida: ¿Actúo
con prudencia o me dejo llevar por mi primer impulso, sin pensar y cometiendo
actos que en la reflexión posterior me doy cuenta de que fueron injustos?
¿Medito los acontecimientos de mi vida en oración o es una cosa separada de la
otra? ¿Cuando descubro lo que debo hacer, me pongo manos a la obra o espero
largamente hasta que no tengo más remedio?
Oración final y colocación de la figura de San
José en el pesebre:
Tu amor, Padre, ha sido conocido por San José, hombre justo y padre fiel; él ha sido de quien Tú quisiste que Jesús
aprendiera el amor paterno, experiencia que luego relacionó contigo hasta
decirte ¡Abba! (¡Papá!).
Ayúdanos a ser comprensivos con los demás, buscando en nuestras relaciones siempre tu
justicia, y danos la capacidad de responderte
diligentemente, así como José lo ha hecho.
Que en el rostro de los niños sin padre encontremos tu rostro
y asumamos esa tarea de ser
padres en el Espíritu Santo.
Te lo pedimos por Jesucristo
nuestro Señor.
(Gozos)
Dulce Jesús mío,mi niño adorado,
¡ven a nuestras almas!
¡Ven no tardes tanto!
¡Oh sapiencia suma
del Dios soberano,
que a infantil alcance
te rebajas sacro!
¡Oh Divino Niño,
ven para enseñarnos
la prudencia que hace
verdaderos sabios!
¡Ven a nuestras almas!
¡Ven no tardes tanto!
¡Oh, Adonaí potente
que, a Moisés hablando,
de Israel al pueblo
disteis los mandatos!
¡Ah! ven prontamente
para rescatarnos.
Y que un niño débil
muestre fuerte brazo!
¡Ven a nuestras almas!
¡Ven no tardes tanto!
¡Oh raíz sagrada
de José, que en lo alto
presentan al orbe
tu fragante nardo!
¡Dulcísimo Niño
que has sido llamado
lirio de los valles
bella flor del campo!
¡Ven a nuestras almas!
¡Ven no tardes tanto!
¡Llave de David
que abre al desterrado
las cerradas puertas
del regio palacio!
¡Sácanos, Oh Niño,
con tu blanda mano,
de la cárcel triste
que labró el pecado!
¡Ven a nuestras almas!
¡Ven no tardes tanto!
¡Oh lumbre de Oriente
sol de eternos rayos,
que entre las tinieblas
tu esplendor veamos!
¡Niño tan preciado,
dicha del cristiano,
luzca la sonrisa
de tus dulces labios!
¡Ven a nuestras almas!
¡Ven no tardes tanto!
¡Espejo sin mancha
Santo de los santos,
sin igual imagen
del Dios soberano!
¡Borra nuestras culpas,
salva al desterrado
y, en forma de Niño
da al mísero amparo!
¡Ven a nuestras almas!
¡Ven no tardes tanto!
¡Rey de las naciones,
Emmanuel preclaro,
de Israel anhelo,
pastor del rebaño!
¡Niño que apacientas
con suave cayado
ya la oveja arisca,
ya el cordero manso!
¡Ven a nuestras almas!
¡Ven no tardes tanto!
¡Abranse los cielos
y llueva de lo alto
Bienhechor rocío,
como riego santo!
¡Ven hermoso Niño!
Ven Dios humanado
luce, hermosa estrella,
brota flor del campo.
¡Ven a nuestras almas!
¡Ven no tardes tanto!
¡Ven que ya María
previene sus brazos
do su niño vean,
en tiempo cercano!
¡Ven, que ya José,
con anhelo sacro,
se dispone a hacerse
de tu amor sagrario!
¡Ven a nuestras almas!
¡Ven no tardes tanto!
¡Del débil auxilio
del doliente amparo,
consuelo del triste,
luz del desterrado!
¡Vida de mi vida,
mi dueño adorado,
mi constante amigo,
mi divino hermano!
¡Ven a nuestras almas!
¡Ven no tardes tanto!
Véante mis ojos,
de ti enamorados!
Bese ya tus plantes,
bese ya tus manos!
Prosternado en tierra
te tiendo los brazos,
y aún más que mis frases
te dice mi llanto!
¡Ven a nuestras almas!
¡Ven no tardes tanto!
Ven, Salvador nuestro,
por quien suspiramos,
Ven a nuestras almas,
ven no tardes tanto!
Oracion al Niño Dios:
Acordaos ¡Oh dulcísimo Niño Jesús! Que dijisteis a la Venerable
Margarita del Santísimo Sacramento, y en persona suya a todos vuestros
devotos, estas palabras tan consoladoras para nuestra pobre humanidad
agobiada y doliente: “Todo lo que quieras pedir, pídelo por los méritos
de mi infancia y nada te será negado”. Llenos de confianza en Vos ¡Oh
Jesús, que sois la misma verdad! Venimos a exponeros toda nuestra
miseria.Ayudadnos a llevar una vida santa, para conseguir una eternidad bienaventurada. Concedednos, por los méritos de vuestra encarnación y de vuestra infancia, la gracia... de la cual necesitamos tanto.
Nos entregamos a Vos ¡Oh Niño omnipotente! Seguros de que no quedará frustrada nuestra esperanza, y de que en virtud de vuestra divina promesa, acogeréis y despacharéis favorablemente nuestra súplica. Amén.
Despedida:
El Dios que nos salva
continuamente, quien ha bendecido a José con Jesucristo, nos bendiga en el
nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén
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